Dr. Zito hace 30

Recuerdos y anécdotas, antes de que se me olvide, más…

Un fin de semana como éste, pero de 1987 estaba bañadito y limpiecito para portar orgullosamente la sotana, no, la toga y ribete que se acostumbra vestir en las graduaciones de las universidades norteamericanas y que ahora está tan extendido en nuestro país.

Me estoy saltando de la Secundaria hasta mis tiempos de estudiante de posgrado en la Universidad de Purdue, pero gracias a que Facebook me lo recordó, quiero celebrar de esta manera los primeros 30 años de esa ocasión. Prometo acabar pronto los capítulos de la preparatoria, la licenciatura y las etapas previas, así que por ahora me concentraré en los últimos pasos antes de la graduación.

Después de la Maestría

Bueno después de la maestría lo que seguía era incierto. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología esa noble institución mexicana que otorga becas para realizar estudios de posgrado, y por igual las cancela ante las crisis financieras del país; me quitó la beca que tenía autorizada para hacer el doctorado al terminar la maestría. Ese privilegio había terminado y las opciones eran pocas: regresarse solo con la maestría; pagarlo con recursos propios y familiares, lo cual era inviable; o conseguir un apoyo en alguna universidad.

Recuerdo que una de mis primeras acciones fue recurrir, como siempre ha sido, a mis grandes amigos: Luis quien estaba haciendo su doctorado en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y Manuel, quien también estaba haciendo su doctorado en la University of California at Los Angeles, con la solicitud de que investigaran si algunos de sus maestros tenían algún proyecto que pudiera pagarme mis estudios. Los dos me dijeron que sí había posibilidades pero que requería enviar al menos una carta de recomendación por algún maestro de Purdue University.

Así que ni tardo ni perezoso le solicité al Profesor Karl O. Ott una carta de recomendación. Cuando acabó de escuchar mi solicitud, su respuesta fue con una pregunta, con su típico acento alemán: ¿’Jerarrdo’ por qué te quieres ir de Purdue? Le expliqué que no tenía dinero y para mi gran sorpresa me dijo: “Quédate conmigo, yo tengo un proyecto que me acaban de dar en Alemania. Lo hacemos y te pago como mi asistente de investigador.” Me explicó brevemente en qué consistía el proyecto y de esta forma había conseguido fondos para mis estudios y una etapa de tres años más de estudio y trabajo.

Muchos exámenes

El modelo de las universidades norteamericanas para otorgar un doctorado implica, además de aprobar las materias obligatorias y opcionales del plan personal de estudio con las calificaciones mínimas establecidas, aprobar tres exámenes más.

El primero es el examen de calificación (Qualifiers) el cual es de conocimientos y se aplica en dos días: En el primero, es a libro cerrado y el segundo día está permitido llevar tantos libros como pueda uno cargar. Debo admitir que resulta terriblemente frustrante ver llegar a otros compañeros simplemente con uno o dos libros, y los verdaderamente buenos, únicamente con unas notas. La verdad es que los problemas de la parte a libro abierto, usualmente no tienen una solución que se pueda obtener en un día, normalmente son problemas para los cuales todavía no se conoce alguna solución. Con toda la vergüenza de haber cargado casi dos cajas de libros, afortunadamente, la libré. Treinta años después me sorprende, por un lado, cómo las personas somos capaces de asimilar tal cantidad de conocimientos y tenerlos en la punta de los dedos, y por el otro, la velocidad con las que los puede uno olvidar si no se siguen utilizando o practicando, como es mi caso.

Aprobar los exámenes de calificación es un hito en las aspiraciones de un estudiante de doctorado, hasta ahora es cuando se le considera formalmente estudiante de doctorado, es decir, al chaleco solo le faltan las dos mangas. El siguiente hito es elegir un tema de tesis original y la originalidad la determina un jurado de tres maestros a quienes se les presenta, en lo que se llama el examen preliminar (Prelims). Afortunadamente este examen lo aprobé oficialmente en mayo de 1986 (los mayos fueron buenos meses en Purdue; en mayo de 1984 terminé la maestría y en mayo de 1987 me gradué del doctorado). En este momento el estatus de estudiante cambia a Candidato, solo falta la otra manga.

Fue precisamente después de este momento cuando mi relación con el Profesor Ott se fue haciendo más cercana; por ejemplo, en lugar de reunirnos en su oficina en la universidad, me citaba a platicar y revisar el avance de mi tesis en su casa, donde por supuesto se aprende lo más importante, sobre sus experiencias y la vida en general. Recuerdo con mucho gusto que estas charlas eran acompañadas de muy buena cerveza alemana y en ocasiones me platicaba las dificultades que tenía con su hija. “’Jerarrdo’, no entiendo cómo puede haber personas como mis estudiantes y mi hija que lo tiene todo no es capaz de hacer bien el símbolo &. Cómo espera lograr otras cosas, si no quiere dedicar un poco de esfuerzo a las cosas fáciles.”

Si algo requirió mi proyecto fue precisamente trabajo de diverso tipo. Recuerdo que, al principio para conocer los detalles del sitio en Alemania que modelaríamos, mi maestro Ott me traducía palabras clave de los documentos y yo elaboré un programa en Fortran que traducía rudimentariamente del alemán al inglés. También utilizamos una formulación que se utiliza en la simulación de neutrones (que era su especialidad) para representar la migración de radioisótopos en agua subterránea. Yo no estaba seguro de la solución a la que había llegado con un método y dediqué varios meses a encontrarla por otra vía; finalmente, lo logré y las soluciones daban lo mismo. Cuando se lo comenté muy orgulloso a mi maestro Ott, su respuesta fue “¿qué esperabas?”, lección aprendida. ¡Qué fascinante es hacer investigación y desarrollo tecnológico!

Pasó el tiempo y llegó la fecha de redactar, imprimir y presentar la tesis. Hace unos cuantos meses que me invitaron a dar una plática a un grupo de jóvenes estudiantes de bachillerato, uno de ellos me preguntó: ¿Cuál fue el título de su tesis? Confieso que no me acordaba bien, pero ahora que la tengo cerca fue: Probabilistic Analysis of Uncertainties in the Disposal of Nuclear Waste – Análisis Probabilístico de Incertidumbres en la Disposición de Desechos Nucleares”. Esta es la última aduana que no se pasa en automático, porque, aunque es costumbre que el examen sea sobre el tema de tesis, el jurado ahora de cuatro maestros, tiene la libertad de preguntar cualquier cosa. El examen es abierto para el público pero, al menos en Purdue, era costumbre que nadie, entraba al examen, incluyendo los compañeros quienes esperábamos en la sala de cómputo que estaba precisamente enfrente de donde se realizaban los exámenes.

Hago un paréntesis para platicar cuánto nos sorprendió escuchar de Bob, uno de los estudiantes más brillantes con los que me tocó estudiar, lo que le pidieron en su examen final. Olvídate de tu tesis, sabemos que está muy bien pues ya la revisamos -le dijeron; prendieron una vela y le pidieron que planteara las ecuaciones que describiera la forma de la llama en tres dimensiones como función del tiempo. Recuerdo que Bob salió muy desconcertado, “¿qué les pasa a estos tipos?” nos dijo refiriéndose al jurado. Por supuesto que Bob aprobó el examen, fue felicitado por los maestros y todos nosotros. Al poco tiempo sabíamos que Bob ya tenía una plaza en uno de los mejores, sino el mejor, centro de investigación de Estados Unidos. Bob era tan extravagante como inteligente, siempre portaba un sombrero, digamos, poco limpio, nunca iba a estudiar en el área que cada uno de nosotros tenía arriba de la biblioteca a la cual teníamos acceso las 24 horas del día, pero siempre llegaba a la Sala de Cómputo. Bob llegaba y nos preguntaba cuál era la tarea, en muchas ocasiones eran problemas que algunos de nosotros no habíamos podido responder. Él lo leía, pensaba unos minutos, tomaba un gis y escribía la respuesta en el pizarrón (la cual algunos copiábamos). Se volteaba hacia nosotros y nos preguntaba si realmente esa era la tarea, cuando le confirmábamos que sí, decía: “no entiendo al maestro, eso está muy fácil”.

Pero regresando a los mortales, recuerdo que desde varios días antes estuve muy tenso lo cual se manifestaba comiendo mal y con el reflejo del vómito. El día de mi examen mi esposa me dejó enfrente del edificio de la Escuela de Ingeniería Nuclear, entré a la sala, preparé todo, recordé por unos minutos a mi familia, me encomendé a todos los santos y repasaba mentalmente las preguntas que suponía que me harían (ciertamente rezando porque no me hicieran lo mismo que a Bob, no por considerarme tan brillante como él, sino justamente por lo contrario). El examen transcurrió afortunadamente bien, al final, como era usual, me pidieron que me saliera (para irme a la Sala de Cómputo); después de algunos minutos mi maestro Ott me hizo una seña para regresar al salón y antes de que entrara él primero, como era lo usual, se detuvo antes de entrar y me dijo “felicitaciones doctor” y me cedió el paso.

Ceremonia de graduación

Había terminado esta gran aventura de casi seis años, el mayor reto que a esa edad me había dispuesto a vencer. Había logrado vivir en otro país, otra cultura, otro idioma, otro clima, otro sistema académico. Había tenido la oportunidad de estar en el aula con excelentes maestros y brillantes compañeros de diversas nacionalidades cuya competencia, quiérase o no, me ayudó a esforzarme más. Hice amigos tan brillantes, queridos y cercanos como mi amigo brasileño Roberto. Conocí y me hice amigo de otros mexicanos que no solo estaban interesados en obtener un posgrado en sus áreas de interés, sino que sentían un gran orgullo por nuestro país; cuando podíamos nos reuníamos una vez al mes (frecuentemente poníamos la bandera nacional en el lugar de la reunión, jugábamos, cantábamos en español música mexicana, tomábamos cerveza mexicana y tequila). Durante una estancia prolongada fuera del país ocurren cosas y en nuestro caso nos tocó vivir el sismo de 1985 fuera de México. El país quedó incomunicado y entre todos los mexicanos cooperamos para que uno de nosotros viajara a México para investigar qué había pasado con nuestras familias.

La ceremonia de graduación se celebró el 17 de mayo de 1987, y mi mejor regalo fue estar acompañado de mi papá, mis hermanos, mi tía Eva (en representación de mi mamá), mi esposa y mi hijo.

El regreso

Después de la celebración en familia, había llegado el momento de regresar a casa, a México. El siguiente lunes fui a visitar a mi maestro Ott para agradecerle todo su apoyo, su guía, ahora su amistad, e informarle que regresaba a México. Al igual que en la ocasión en que me rescató cuando no tenía beca, otra vez me volvería a sorprender. Cuando escuchó que me regresaría a México su comentario fue: ‘Jerarrdo’, tú no debes regresar a México, tienes que quedarte en Estados Unidos. Mi respuesta fue, tengo un compromiso moral con mi país, quiero regresar. “No ‘Jerarrdo’, ya hablé con uno de mis amigos y ya tienes un lugar en Argonne National Laboratory al terminar el verano. Vete de vacaciones y cuando yo regrese de Alemania, hablamos con mi amigo.” Sin embargo, mi decisión ya estaba tomada, regresé a México.

Esta experiencia cambió mi vida personal y profesional para siempre y me siento muy orgulloso de ella. No soy mejor que nadie, la única diferencia son las circunstancias de la vida que me tocó vivir y que, eso sí, puse disciplina y dedicación. Mi gran amigo Ruperto quien estuvo en Purdue conmigo hasta la maestría, frecuentemente cuando platicaba sobre nuestra experiencia allí, refiriéndose a mi decía: No, este pinche chaparro con su cara de menso pero le pegaba muy duro.” Siempre que el ego ha querido sobresalir, recuerdo a mis padres, particularmente a mi madre quien solo tuvo la oportunidad de estudiar la primaria, así que si llegas a leer esto, te pido que me llames como me llames (doctor, doc, de preferencia Puck) hazlo como iguales usando «tú».

Para realizar cualquier estudio se necesita del apoyo de muchas personas e instituciones, termino copiando parte del agradecimiento que aparece en mi tesis que está dedicada a mis hermanos. Agradezco a la vida por haber puesto en mi camino al Profesor Ott y mi agradecimiento por todo su apoyo y lo que compartió conmigo, un tipazo alemán; mi gratitud sincera a mi esposa por su amor y paciencia que mi juventud no supo apreciar plenamente y sin duda fue una de las primeras causas que años después daría motivo a nuestra separación; a mis padres por su ejemplo, amor y apoyo.

Época / año: 1987
Nombres: Geraldo, Doctor, Doc + [Willy ,Negro Santo, Gerardo, Lalo, Lalito, Farmacéutico, chuchín y chuchito]

Dr. Puck
Mayo 14, 2017

2 comentarios en “Dr. Zito hace 30

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