Dos hermanos más

Recuerdos y anécdotas, antes de que se me olvide, más…

Después de que terminé de escribir sobre Mi querida farmacia recordé que paradójicamente durante mis años de niñez y juventud, uno de mis cocos era tragar, bueno deglutir se oye menos agresivo, pastillas, capsulas, tabletas, etc. Así que siempre tenía que cambiar la presentación de lo que me prescribían por algo que pudiera pasar; en los casos en los que no podía usar otra presentación, lo que hacía era triturar la pastilla y vámonos para adentro. Déjenme decirles que hay unas sustancias que ¡saben horrible! Afortunadamente un día, ya de adulto, pude pasarme una pastilla y hasta la fecha ya no tengo ese problema.

Ya me quiero ir a la Secundaria pero antes de llegar allí y tratando de seguir cierto orden cronológico debo de platicar sobre dos hermanos más para completar el núcleo familiar directo.

Mi hermana María

Al igual que con mi primer hermano (Jesús), no recuerdo la imagen de mi mamá estando embarazada por el que sería mi segundo hermano, que en este caso fue hermana. Mi hermana nació un catorce de diciembre del año mil novecientos sesenta y cuatro, es decir, cuando yo tenía apenas ocho años. Ese mismo día falleció.

Tengo un recuerdo difuso del momento en que mi mamá me mostró en el sanatorio a mi hermana, su piel era muy blanca parecida a la de mi abuela Rebeca. El siguiente recuerdo que tengo es el de mi mamá ya estando en la Farmacia, ese mismo día pocas horas después. Desconozco si mi hermana nació mediante cesárea o por parto natural pero cada vez que pienso en las pocas horas que pasaron entre su nacimiento y mi mamá ya estando de regreso en la Farmacia, concluyo que debió haber sido físicamente (y por supuesto emocionalmente) muy difícil.

El recuerdo que tengo imborrable es la instrucción que me dio esa mañana, tarde, ya en la Farmacia: “ve a decirle a la señora Oliva que tu hermana murió, que si puede hacer el favor de venir a acompañarnos.” La señora Oliva vivía con su esposo (Pastor) y sus hijos a escasas dos cuadras, ellos eran de los vecinos que originalmente llegamos a esa zona de la ciudad. Otros vecinos que recuerdo son la familia Carreño (cuya hija “Cachito” fue mi compañera en el Jardín de Niños), el profesor Ventura, su esposa e hijas (dueños de la cooperativa que dio origen a la Proveedora Escolar y razón (supongo) por la cual actualmente una de sus librerías se llama La Venturosa, Doña Flor (que preparaba un exquisito atole), El Yachi que era propietario de la tienda que estuvo en Morelos y la calle de Insurgentes, bueno y tantos otros. La señora Oliva falleció el año pasado y lamenté no haber podido despedirla, siempre fue muy cariñosa y amable conmigo. Siempre me llamó “Lalito” aun siendo un adulto; “Lalito, que gusto verte” era su saludo habitual.

No tengo claras las imágenes del entierro y por la edad es probable que no me hayan llevado. La historia que escuché contar muchas veces a mis papás cuando venían personas conocidas a la Farmacia es que una enfermera se había equivocado y en lugar de conectar la mascarilla al tanque de oxígeno para suministrárselo, la había conectado a un tanque de bióxido de carbono, lo cual le produjo asfixia. Nunca platiqué abiertamente con mis papás sobre lo ocurrido ni traté por mi cuenta de investigar. Sí recuerdo que cuando mi mamá pasaba enfrente del sanatorio, le resultaba notoriamente incomodo y perturbador, evitaba pasar por ese lugar.

Sin duda la pérdida de mi hermana recién nacida debió haber sido muy dolorosa para mi mamá y también para mi papá. Tengo la percepción que las mamás tienen una conexión amorosa mucho más profunda con sus hijos. Lamentablemente para todos, pero para ella en particular, la historia se repetiría veinticuatro años después cuando un hijo mío falleció recién nacido. Ya llegará su turno a ese recuerdo.

El pasado domingo, primero de enero del dos mil diecisiete fui a visitar los sepulcros de mi papá, mi mamá, mi abuelo Francisco, mi tío Ángel y mi hermana María. Me detuve unos minutos en su sepulcro, y acaricié, como siempre suelo hacerlo, la cabeza del angelito que la acompaña. Siempre que lo hago se me vienen muchas ideas, fantasías a mi mente…

Hoy tendrías 52 años o quizá no,
habrías hecho muy feliz a toda la familia… o quizá no,
habrías sido la buscada mujercita… o quizá no,
habrías sido la compañía de mamá… o quizá no,
habrías sido la nieta consentida… o quizá no,
habrías sido alegre, bailadora, cantadora… o quizá no,
habrías jugado conmigo… o quizá no,
habrías sido mi cómplice… o quizá no,
habrías sido la tía cariñosa… o quizá no,
habrías sido ama de casa, ingeniera, médica, artista, astronauta… o quizá no,
habrías sido mamá…o quizá no.

No sé qué hubieras sido,
eres mi hermana María,
te fuiste pura y angelical,
eres uno de los ángeles que me cuidan.

Mi hermano Gildardo

Dos o tres años después la vida les regaló un hijo más a mis papás, sería su cuarto hijo. Mi tercer hermano, Gildardo, nació un dieciséis de enero de mil novecientos sesenta y siete, es decir, cuando yo tenía once años y estaba por terminar la Primaria.

La diferencia de edades y el hecho de que yo estuviera fuera de Oaxaca por treinta y cinco años contribuyeron de manera importante para que no seamos cercanos. No deja de llamarme la atención cómo aun tratándose de los mismos padres pero en circunstancias un poco mejor que las que nos tocó vivir a mi hermano Jesús y a mi mí, produzca una visión de vida diferente. En fin es algo que va más allá de mi entendimiento.

Ahora sí vámonos a la Secundaria…

Época / año: 1964 – 1967
Nombres: Negro Santo, Gerardo, Lalo, Lalito, Farmacéutico, chuchín y chuchito

Dr. Puck
Febrero 19, 2017

2 comentarios en “Dos hermanos más

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