El Istmo todavía nos necesita, y mucho

Durante muchos años mi íntimo e ínclito amigo ha trabajado en análisis de seguridad, y yo, también desde hace varios años, no hago el menor esfuerzo por entender qué es eso. Cuando ocurrió el sismo del 7 de septiembre el cual afectó muchas poblaciones del Istmo de Tehuantepec, comprobó con tristeza que la prevención y atención de desastres sigue igual o peor que en 1985.

Sin decirlo, para aminorar su frustración, supongo, me había encargado hace algún tiempo encontrar alguna manera de ayudar, más allá de la inmediatez de las donaciones. Así que decidí que ir a leer sería una buena manera de hacerlo y finalmente se presentó la oportunidad al enterarme que una de las bibliotecas móviles del Programa Leyendo Ando, Ando Leyendo, estaba visitando el Istmo de Tehuantepec desde noviembre. Me puse en contacto con Edgar y afortunadamente pude alcanzarlos (a él y Jonathan) y pasar con ellos dos días y medio.

Esta nota tiene varios propósitos y antes de que lo pienses; sí el ego tiene que ver (y no conoces el ego de mi íntimo amigo, es mucho más grande de lo que su pequeña humanidad puede acomodar). También sé, por supuesto, que haber estado unas horas no resuelve la terrible situación que están pasando nuestros paisanos istmeños. Los esfuerzos sostenidos de diferentes personas y organizaciones, como el Programa Leyendo Ando, Ando Leyendo estoy seguro de que contribuyen a recuperar parte de la normalidad emocional que el sismo les arrebató, y por eso creo importante compartir su trabajo, así como la situación que se vive allí a poco más de tres meses del sismo.

En la ida, la tarde del miércoles, hacia Juchitán de Zaragoza el chofer del autobús nos recordó que íbamos a una región con problemáticas diversas en la cual los bloqueos son cotidianos. “Me informan que está bloqueada la carretera, pero esperamos que a las seis de la tarde se retiren, pero le aviso…” Afortunadamente en el viaje no hubo contratiempos.

Ya en Juchitán, Edgar y Jonathan habían amablemente acordado pasar por mí a las 8:30 am, pero a las 5:55 am Edgar me envió un mensaje diciéndome que pasarían por mí más temprano porque habría bloqueos y de no evitarlos no podríamos dirigirnos hacia San Mateo del Mar que era el lugar señalado en su programa de trabajo.

Solo bastó un rodeo por múltiples calles -que de no haber habido bloqueo, no hubiéramos pasado- de unos 30 a 40 minutos para darme cuenta de la magnitud del desastre que causó el sismo. Casas completamente destruidas, otras seriamente dañadas, montones de escombro y varillas retorcidas, montones de material de construcción que se está usando para la reconstrucción. Casas de campaña donadas por el gobierno chino y la Universidad Autónoma Metropolitana (Azcapotzalco). Bardas marcadas con unos números que supe después habían sido puestos por las personas que levantaron el famoso censo para recibir la ayuda de que serán o están siendo objeto: Quince mil pesos si la casa no sufrió daño total y 150,000 pesos si fue pérdida total. “Está cabrón” es la única expresión que me vino a la mente. Y para agravar un poco más la situación, dicen, no me consta, que varios ya usaron este dinero en el Buen Fin.

Afortunadamente pudimos salir y nos dirigimos a San Mateo del Mar por una ruta que no es la usual debido al desvío que nos causó el bloqueo. En el camino nos paramos a desayunar lo que hubo en Álvaro Obregón (creo). En el camino se pueden ver las afectaciones a casas, bardas, y paradas de autobús. Los números pintados del censo, montones de material de construcción y varios anuncios de “cocinas comunitarias”. Seguimos y en San Mateo del Mar, nos estaba esperando la Maestra Roselia (Directora del BAI), quien me comentó Edgar ha servido de enlace en esa zona para que reciban a la biblioteca móvil. Nos dirigió a una secundaria que es una de las pocas escuelas que están teniendo clases en la región.

Esta fue la primera vez que he estado en un pueblo huave o mareño, en calidad, sin saberlo, de moel (extranjero) ya que entre ellos se autodenominan mero ikoot (verdaderos nosotros). Edgar y Jonathan, me dieron la oportunidad de leer para estos jóvenes de secundaria, creo que fueron dos grupos por sesión, algo sobre ciencia. No sé si alguno de ellos se interesará por la ciencia en el futuro o no, si aprendieron algún concepto o no; no lo sé. Lo que sí sé es que por momentos pude ver asombro y algunas sonrisas en su rostro. A veces tengo la sensación de que los autores de libros como Juan Tonda – El Libro de las Cochinadas, Walter Lewin – Por amor a la Física o creadores de efectos mágicos como Helder Guimaraes y acertijos como Richard Wiseman, nunca tienen una conciencia real de hasta dónde y a qué publico pueden llegar sus obras.

Ya encarrerados nos llevaron al BAI y allí tuvimos nuevamente la oportunidad de compartir con jóvenes de esa escuela nuestras lecturas. Prácticamente enfrente del bachillerato está un terreno que era baldío y que fue designado para poner parte de los escombros; aunque el montículo me pareció grande, mis acompañantes me comentaron que han visto mucho más grandes. En la sesión de la tarde predominantemente para niños, Edgar y Jonathan ya dispusieron todo lo que usualmente hacen en sus recorridos, es decir, bajan libros y los exhiben en un librero, colocan tapetes para que los niños se sienten o acuesten a leer, ellos les leen en voz alta algunos textos, les invitan a realizar actividades manuales, juegos y hasta cine les pasan, si las condiciones lo permiten. Todo eso lo hacen descargando la camioneta en donde llevan todo su material y al final regresan todo, para tomar camino hacia la siguiente comunidad de su itinerario.

En el BAI nos invitaron a comer pues allí ha estado funcionando una de las muchas “cocinas comunitarias” que se organizaron a raíz del sismo y que se ven en muchos lugares del Istmo. Una de las reglas es que cada persona lava los utensilios que utilizó; así que a lavar. Allí también tuve la oportunidad de conocer a Sem Kaleb un niño que nos comentó “me gusta demasiado leer” y sin permiso de sus papás nos acompañó, junto con el Maestro Benedicto, a conocer la laguna con la que colinda San Mateo del Mar, a Morelia una chica que sabía prácticamente todas las respuestas, y a Elvis un niño de unos cuatro, cinco o seis años que se acercó muy emocionado a mostrarme su pingüino que había hecho con plastilina bajo la dirección de Edgar y Jonathan.

  • Puck: Quedó muy padre, ahora que regreses a tu casa se los enseñas a tus papás.
  • Elvis: No tengo papá, mi papá se murió.
  • Puck: [Ah…] se lo enseñas a tu mamá, a tus tíos, a tus abuelitos.
  • [Silencio]
  • Puck: ¿Sabes una cosa? Yo, no tengo ni papá ni mamá.
  • Elvis: Tú sí tienes a tu papá, yo no.
  • Puck: No, no tengo, de verdad. ¿De qué color son las alas de tu pingüino?
  • Elvis: Se las puse anaranjadas…
  • [Su cara de tristeza se desvanece por unos momentos…]

El día pasó muy rápido, ya oscureció, un cielo totalmente despejado lleno de estrellas, y nos disponemos a retirarnos. Nos vamos a despedir de la Maestra Roselia (quien estuvo con nosotros en casi todas las lecturas y había visto algunos de los juegos que compartí con los jóvenes) y su respuesta fue: ¿Cómo que ya se van? Si les comenté a las señoras que el mago nos haría algo. ¡Gulp! Pues no hubo mucho para donde hacerse, colocamos una sillas y bancas, empiezo a presentar la primera pieza y en las únicas dos lámparas que hay en la palapa se reduce su intensidad hasta quedarnos prácticamente en penumbras. Doble gulp. El chou tiene que continuar y comparto dos o tres piezas con un público predominantemente compuesto de señoras serias, con expresión adusta y poco deseosas de participar. Me imagino que estarían pensando qué moel tan raro. Uno de los juegos que hago consiste en que dos cartas cambian de lugar, una de ellas está celosamente guardada en su corpiño durante la breve sesión y al final de otro juego le pido a una señora que meta la mano en la bolsa frontal de mi pantalón para encontrar allí una carta.

Termina la mini sesión de magia nos despedimos y Edgar me comenta voy a despedirme de la Directora porque no la veo. Yo me quedo en la camioneta. Pasan unos minutos, la electricidad se va por completo, lo que me entero es usual en la comunidad. Siguen pasando los minutos y Edgar se acerca a la camioneta y me dice que nos han invitado un café antes de irnos. No cabe duda de que las personas menos favorecidas con cosas materiales son las más generosas. Allí con la poca luz que se puede hacer entre celulares y las luces de la camioneta, las señoras están platicando y comienzan a bromear al acercarme. Después me entero de que la primera señora les había comentado ¿pues a qué hora me estuvo manoseando el mago que no me di cuenta?, y varias de ellas estaban bromeando a la segunda señora diciéndole: No quería tomar una carta y marcarla, pero cuando el mago le dijo que metiera la mano en su bolsa, rápido lo hizo. Que gusto verlas sonreír, en medio de tantas carencias.

Acabando el cafecito nos dirigimos a Jalapa del Marqués, siguiente parada en el itinerario de la biblioteca móvil. Llegamos con bien, poco después de las diez de la noche a cenar y dormir. En el camino me habían comentado que el día anterior los habían entrevistado para el Canal 11 del Instituto Politécnico Nacional, ya cuando llegamos al restaurante, el noticiero había acabado pero lo bueno fue que la entrevista pasó el viernes en la noche, la cual pudimos ver.

Viernes después de desayunar por cortesía del Maestro César (jubilado) que hizo todos los arreglos de hospedaje y alimentos nos dirigimos a la explanada de una iglesia que está en el centro de Jalapa del Marqués, ese día coincidió que era el informe del Sr. Presidente Municipal, así que tuvimos competencia pues el evento fue enfrente de nosotros. Edgar salió a cazar escuchas y logró convencer a los primeros tres o cuatro. Mientras esperábamos por más niños me acerqué a escuchar una breve parte del informe y me enteré de que en Jalapa del Marqués este año que está terminando tuvieron sequía, inundaciones por lluvias y sismo.

Los escuchas comenzaron a llegar poco a poco hasta tener unos quince niños. Ya para entonces Edgar y Jonathan había armado todo el tinglado, incluyendo la colocación de la lona que anuncia que allí estaba la biblioteca móvil. Nuevamente compartí, al igual que la tarde, noche anterior, mi libro mágico para iluminar, y un par de juegos de magia. Nos tomamos un descanso para comer y recuperar la garganta. En la tarde llegaron niños que venían de un jardín de niños, el día concluyó con la proyección de la película Expreso Polar, no sin sus sobresaltos pues la instalación eléctrica tiene variaciones de voltaje que en un par de ocasiones provocaron que el reproductor de video se detuviera. La película les gustó mucho a los niños y a los adultos, incluyendo al Maestro y a su esposa que insistieron en que al siguiente día se volviera a proyectar.

Poco después de las nueve de la noche ya estábamos listos para cenar y esta vez sí pudimos ver la entrevista que le había hecho Fernanda Tapia una conductora del Canal 11 del IPN a Edgar y Jonathan. El IPN es de las pocas instituciones que ha dado y llevado diversos apoyos y, a través del Canal 11, cobertura de manera continua desde el sismo de septiembre.

El sábado nos tocó compartir lecturas con más niños en Jalapa del Marqués en la cancha de basquetbol del barrio de la Santa Cruz. Al final llegaron unos doce niños aproximadamente, una de ellas estuvo en la sesión del viernes; el programa duró poco más de cuatro horas, pues además de ser sábado es el día que Edgar y Jonathan tenían programado para regresar a sus casas y tomarse unas muy bien merecidas vacaciones. Además de las lecturas y su programa prestablecido, Edgar hizo entrega de unos títeres elaborados por las hijas de una lectora del Programa Seguimos Leyendo, quien le pidió los entregara a niños del Istmo. También, se proyectó nuevamente la película del Expreso Polar para lo cual usando su ingenio, como en muchas de las actividades que hacen, Edgar y Jonathan vaciaron completamente la camioneta, improvisaron una pantalla y proyectaron la película estando los niños dentro de la camioneta. ¡Aquí hay que hacerle de todo!

Terminando la sesión tuvimos oportunidad de irnos a tomar la foto (literalmente) a la Presa Benito Juárez, regresar al centro a comer una rica mojarra, pues diría el Maestro César  “venir a Jalapa y no comer una mojarra es como no haber venido”, y listos para regresar a la ciudad de Oaxaca después de unas cuatro horas de carretera. Mi rayita todavía la ando buscando.

Así terminó una aventura más con la lectura, agripado, cansado y… agradecido. Agradecido primero con Edgar y Jonathan por permitirme unirme a ellos en estas pocas horas; compartir con ellos unos cuantos kilómetros de viaje; compartir el asiento de en medio con Jonathan; compartir cama, baño, alimentos; y compartir el gusto de compartir la lectura con otras personas. Como diría Edgar en algún momento que conversamos: “con uno que nos escuche, con uno que nos escuche”. Agradezco también a la vida por tener suficiente energía y ánimo para hacer esto, mi regalo de Navidad ya lo recibí.

En el Istmo de Tehuantepec hay mucho por hacer y rehacer, tanto física como emocionalmente, cualquier ayuda de buena fe es bienvenida, espero poder volver pronto. Si te animas, coméntame, en un descuido podemos ir juntos.

Dr. Puck
18 de diciembre de 2017.

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